Cuando cultivamos la conciencia somática y honramos nuestros ciclos, abrimos la puerta a lo transpersonal: esa dimensión donde reconocemos que somos parte de algo más grande.
El cuerpo como portal: la conciencia somática
La conciencia no es un estado estático; es un proceso dinámico que evoluciona a través de niveles, desde lo más tangible del cuerpo hasta las dimensiones más sutiles del ser. Este viaje implica no solo observar nuestra mente, sino también habitar plenamente nuestro cuerpo y trascender las historias que lo condicionan. En esta danza entre lo somático y lo transpersonal, encontramos un camino de sanación que nos conecta con nuestra esencia más auténtica.
El cuerpo es el punto de partida para cualquier exploración de la conciencia. Como describe Peter Levine en Waking the Tiger (1997), nuestro cuerpo alberga las memorias de nuestras experiencias, tanto las placenteras como las traumáticas. Liberar estas memorias a través del trabajo somático nos permite regresar al estado de flujo natural y cultivar una presencia encarnada: sentir cómo respiramos, cómo apoyamos nuestros pies en la tierra, cómo el cuerpo responde al entorno.
En mis terapias, integro esta perspectiva somática utilizando herramientas como la obsidiana, que actúa como un espejo profundo de nuestras emociones y patrones energéticos. Esta piedra nos invita a liberar bloqueos emocionales y energéticos, ayudándonos a reconectar con nuestro cuerpo como un espacio sagrado y como punto de acceso a una conciencia más amplia.
Los ciclos como guías: el ritmo del ser
Nuestro cuerpo también sigue ritmos cíclicos que reflejan las etapas de la vida. La Dra. Christiane Northrup, en su libro Women's Bodies, Women's Wisdom (1994), enfatiza cómo los ciclos menstruales, la menopausia y otras transiciones no son interrupciones, sino oportunidades para profundizar en nuestra conciencia y reescribir nuestra narrativa personal.
Honrar los ciclos es un acto revolucionario en un mundo que nos empuja a la productividad constante. Por eso, en espacios como las Carpas Rojas, trabajamos desde esta conciencia cíclica para reconectar con nuestra esencia femenina. Descubrimos que cada etapa —ya sea la plenitud de la menarca, la introspección del climaterio o la libertad de la plenipausia— nos ofrece herramientas únicas para sanar y evolucionar.
Más allá del yo: la conciencia transpersonal
Cuando cultivamos la conciencia somática y honramos nuestros ciclos, abrimos la puerta a lo transpersonal: esa dimensión donde reconocemos que somos parte de algo más grande. Según James Hillman en The Soul’s Code (1996), el alma busca desplegarse en su máxima expresión, no solo sanar.
El trabajo transpersonal implica explorar nuestras creencias, arquetipos y heridas desde una perspectiva que trasciende lo personal, conectándonos con el propósito de nuestra alma. En este contexto, herramientas como la obsidiana y los espacios grupales que facilito nos permiten hacer sombra consciente, integrar nuestras heridas y transformar nuestras vidas desde la raíz.
Un llamado a habitar la plenitud
El viaje de la conciencia, desde el cuerpo hasta el ser, es un proceso continuo que exige valentía y autoamor. La integración somática, el respeto por los ciclos y la exploración transpersonal no son caminos separados; son hilos que, entrelazados, nos permiten tejer una vida con sentido y propósito.
La conciencia no se construye en soledad; se despliega en relación con nosotras mismas, con los demás y con el universo. Al embarcarte en este viaje, recuerda que cada paso que das hacia adentro es también un paso hacia algo más grande.
Referencias
- Northrup, C. (1994). Women's Bodies, Women's Wisdom: Creating Physical and Emotional Health and Healing. Bantam.
- Hillman, J. (1996). The Soul’s Code: In Search of Character and Calling. Random House.
- Levine, P. (1997). Waking the Tiger: Healing Trauma. North Atlantic Books.
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